sábado, octubre 03, 2009

Ducha


Caliente, el agua de la ducha caía caliente sobre su espalda y sentía placer de recordar el instante previo, la emoción cercana, su cuerpo con el suyo.
Mientras el agua la recorría, la sonrisa se mezclaba con una lágrima de felicidad, que se juntó con la salitre del mar en ese atardecer de abril.
Le confesó lo que pensaba, lo que había hecho por él y no pudo, ni quiso contenerse. Ahora todo era diferente, se lo había juramentado y él prometió compartirlo con una sonrisa como la de ella.
Siguieron el ritmo de sus corazones en el muelle, con la rompiente de las olas como música de fondo y comprendieron que los sueños, sueños son, pero que también pueden ser realidades.
"Que el sueño sea realidad y que la realidad siga siendo un sueño", le dijo él y ella consintió con una beso y una caricia.
Esos momentos serán únicos se prometieron, como si nada hubiera existido anteriormente, más allá de esa historia construída a base de paciencia y complicidad.
Entrelazaron sus manos, se miraron en un suspiro. Renovaron las esperanzas. Las estrellas, ahí afuera, les hicieron un guiño.
Las cosas se acomodaban. Cerró el grifo, tomó aire y mojada fue a su encuentro, para ser secada por sus labios.

sábado, septiembre 26, 2009

Marcas


Tarde, como cada lunes, se despertaba tarde. Se negaba a comenzar la semana al alba y al mismo tiempo gozaba terminándola de madrugada. ¿Eran sus códigos?
El otoño ya daba sus primeros esbozos de presencia como quien se despereza al despertar y a su vez quiere seguir remoloneando en la cama.
Varias de las cosas que tenía pensado las dejó de lado porque ya era tarde para retomarlas y hablaba del día y no de su vida, que andaba por otros carriles, apacibles y tumultuosos por igual.
Se percató que hacía justamente un año que había vuelto a verla. Voraz, intensa y hasta efímera.
Repasó en parte lo sucedido. Un dejo de melancolía le recorrió la cara. Por momentos también la alegría, pero sin dudas la desilusión lo inundaba todo.
Nunca más se volverían a dar las mismas circunstancias, pero la vida tiene siempre una hoja en blanco por escribir. No sólo él estaba haciéndolo, ella también, aunque poco importara lo que sucedía a varios kilómetros de distancia.
Vio que la temperatura había bajado y se subió la campera hasta el tope. Exhaló un aire que parecía una bocanada de alivio. También el aire recibió un insulto y una carcajada de liberación.
Él sabía porqué y con eso bastaba.

Estruendo


Fue un estruendo, un grito de libertad. Un deseo contenido que estalló en la madrugada.
Nunca pensó que sucedería de esa forma, pero se dejó llevar, se entregó al momento. Disfrutó y fue muy feliz.
Lo inconmensurable del amor son sus miles de formas, trazos y líneas, sus aromas y sus olores.
Tal vez nunca siquiera imaginó la escena, las cosas íntimas también dan pie a descubrir nuevas sensaciones, posturas y planes.
Toda la intensidad puede resumirse en una risa, un llanto, un silencio, o en el compartir la mano firme y segura.
Eso hicieron. Cada uno a su manera y estilo, pero con el mismo plano y hoja de ruta.
El saber que la ola lo conduce a un puerto seguro le da tranquilidad, lo motiva, lo convence de que el camino trazado es el indicado.
Ya encalló en otras playas más distantes, algo cambiantes y para nada previsibles.
Las rocas también se llevaron parte de su embarcación, que con esfuerzo logró componer. Hoy el sol asoma en el horizonte y ríe como en la intimidad.

sábado, junio 20, 2009

Cadencia


Sin miedos. Con confianza. Llenos de esperanza, la misma o tal vez mejor de la que perdieron alguna vez. Se miraron por enésima vez y comprendieron que el tiempo transcurrido no fue en vano. Como tampoco lo fue saber que sus labios no mentían cuando decían que se querían al besarse o simplemente al reírse al unísono.
Acompañaron sus manos y sus pasos con el ritmo y la cadencia de su corazón, viendo mucho más allá de lo que les daba la vista y se pensaron más profundo que una noche o un momento fugaz.
Todo es diferente y a la vez parecido. Buscaron un recuerdo y tenían miles, como miles van a construir para querer armar su historia.
Sin saberlo, sin forzarlo y a la vez disfrutando, sus pasos caminaron uno junto al otro, acompasados y firmes.
Ahora ella le da un mate y le clava sus ojos negros profundos, transmitiéndole todo su amor en un rostro que lo esperó por mucho tiempo.
El le agradeció sin emitir sonido, cómplice de ese instante y también riendo de felicidad por la nueva chance de la vida que a veces parece no tener límites para golpearnos hasta dejarnos groggy, casi en un nocaut, pero cuando menos lo esperamos devuelve una caricia hecha un beso.
Como el que se estaban dando ahora...

viernes, mayo 01, 2009

Duerme


Duerme, ronca y da vueltas. Ella, sin embargo, lo mira a su lado y hasta se pellizca para darse cuenta que lo que está viendo no es una imagen surrealista o inventada por sus sueños.
Cansado por los momentos de extrema pasión, con los pelos en su cuerpo y el recuerdo latente, rememora las épocas en que todo era más fugaz, intenso -eso no cambió- pero fugaz.
Logicamente que ella deseaba este presente de cama compartida en la madrugada y una mañana con un "buen día", un "descansaste bien?" o simplemente una sonrisa.
"Pusiste el agua para el mate?", escucharía de su boca. "Sí", respondería y mientras él se afeitaba compatirían las infusiones, las miradas y el olor del amanecer.
Durante la jornada se recodarían a cada paso. En un cruce de calles. Al esperar el paso de un vehículo o en sus tareas laborales.
Un mensaje. La voz cruzando el teléfono o solo el reflejo en cualquier vidriera serviría para darse cuenta que ambos están pensando en el otro.
Por la noche él le cocinaría, unas pastas tranquilas, casi sin condimentos. Tomarían una copa de vino viéndose a los ojos y charlarían de cosas cualquieras, con música de fondo.
Afuera una luna redonda les haría compañía y las estrellas iluminarían la noche.
Entrelazarían sus manos en la sobremesa y escucharían el silencio, compañero de gratos momentos, aún en la soledad.
Todo eso imaginaba ella mientras lo veía dormir. Feliz, apacible, compañero y hombre al mismo tiempo.
Acarició su espalda, se dio cuenta que aún tenía algo de su propia transpiración y rememoró los minutos previos a su dormitar.
Por segundos rió, por otros se enamoró y hasta podría decirse que también se excitó.
Le susurró un "te quiero" al oído y él le respondió tomándola de la cintura y colocando su espalda en su pecho.
No había mucho más para agregar, sólo que fueron felices caminando uno al lado de otro, como hacía mucho no sucedía.

Plácidamente


Ahora ella dormía, plácidamente, tranquila, serena, recostada sobre su lado izquierdo, con la respiración pausada. Si en ese momento alguien del más allá hubiera venido a despertarla, no habría querido ir.
Instantes antes, segundos o momentos podría decirse, ella estaba en otro mundo, ese en donde los sentidos se combinan a la perfección y los relojes se detienen, se convierten y se destruyen, todo a la vez.
Parecía difícil de entender para él que el café se enfriara, ella durmiera y a su vez fuera feliz como hacía tiempo no lo era.
Compartían cosas sencillas. Una sonrisa -muchas- una mirada, la complicidad, algún despertar de madrugada y todos esos proyectos por venir.
También hacía poco -más de un hervir de pava- él era otro, algo más intenso, si es que hacer el amor es la actividad más intensa que un hombre puede llevar a cabo con una mujer, y ahora escribía unas líneas que surgían al verla durmiendo.
No tuvo envidia, sino todo lo contrario. Le surgió una sonrisa de protección que le encantó. Lo ponía en un lugar de acompañar una nueva realidad, también por cierto, era la suya.
Bebió un poco de café. Le dio un beso en el omóplato, como era su código, y se acostó junto a ella, quien lo recibió con alegría entre sus brazos y durmieron plácidamente.

lunes, marzo 30, 2009

Escribir

Luego de un rato pudo articular alguna palabra, interna, pero palabra al fin.
Tomó su anotador, su lapicera fuente -a veces solía vestirse de smoking- e intentó esbozar algunos pensamientos como respuesta.
No pudo. ¿Sería el fragor de la madrugada?. Tampoco lo sabía.
Lo que sí, se quedó leyendo y releyendo el mensaje, que sonaba a confesión, a compañía.
Tenía, como él, muchas preguntas, algunas con respuestas y otras no, pese a que las había escrito.
Trataba de entender lo que ella intentaba decirle, como si fuera un mensaje por descifrar en alguna botella arrojada al mar y que se topa con él en una playa perdida.
Se sentó, erguido y firme y leyó en voz alta.
"¿Sabias que te espero? Si, lo sabes, o tal vez lo imaginas.
¿Sabes que extraño tus preguntas? Si no lo sabes, ya estas enterado.
¿Sabes que extraño tus encuentros nocturnos? Sí, los extraño porque los disfruto.
¿Y qué? Está mal? Está mal acercarse a lo que a uno le hace bien? Nooooooo.
Sé que a veces mis palabras confunden. Por mis inseguridades. Por mis arrebatos, tal vez, por mis atropellos. Por mis deseos reprimidos reflorecidos.
Pienso en vos, sí. Vos hiciste renacer la MUJER, y vos hiciste recordar al HOMBRE. ¿Por qué? Por los clímax, por los sueños, por las sensaciones, por las sorpresas, por las fantasías, que se yo, por tanto y por tan poco.
Me das fuerza. Me das ganas. Y quiero que sigas, así. Seguí…"
Terminó de leer y aún seguía sin modular palabra.
Miró la cama. Corrió la sábana y trató de dormirse, mientras una canción lo intentaba acompañar en su dialéctica interna, sin más.

lunes, marzo 23, 2009

Gaviota


Hundió su huella en la arena una vez más, como tantas veces. Le servía de relax, de escape para reencontrarse, sentirse viva, plena y renovada.
Muchas tardes se pasó viendo cómo las olas modificaban el paisaje y el sol acompañaba esa transformación. Soñaba. Se dejaba transportar.
Nada, o casi nada, la retenía. Quizás algún recuerdo de juventud, una pícara mirada tras los lentes, una complicidad latente.
Había desandado mucho camino de ida y vuelta, hacia arriba y cuesta abajo. Siempre ella imponía el ritmo. Frenético, y por momentos difícil de seguir.
Ahora veía cómo la gaviota agitaba sus alas de forma incesante y se compadecía de su vuelo sin escalas.
Ella no quería escuchar mucho más. Lo que tenía que decir lo había dicho: "Las cartas están echadas", argumentó.
Si bien la vida no es un juego de naipes, se le parece bastante. Alguien gana y alguien pierde.
En eso estaba. Hundida en sus pensamientos en esa playa que tantas veces le sirvió de refugio -aunque hubiera millones de personas- cuando él le hizo sombra con su silueta.
Le tendió la mano, como invitándola a un lugar que ambos conocían, y se dejó llevar.
Sus huellas no estaban solas, habían recuperado el par que faltaba. El sol se ocultaba y les guiñaba un ojo hasta un nuevo día. Siempre sucede algo.

martes, marzo 17, 2009

Luna


Se hace cuesta arriba, como quere alcanzar un objetivo, una punta alta en el Universo, una mano en el fondo del mar.
Busco más allá de mis posibilidades y comprendo que la tarea no es sencilla, pero que el camino me espera con sus curvas, altibajos e imperfecciones. Como la vida misma.
Una palabra, tal vez sea eso. Contención. ¿Porqué no?.
Si tan solo se dejara a la mente descansar y todos los conflictos sean como un ramo de flores la cuestión sería mucho más sencilla.
Una puerta de escape, una salida de emergencia, un salto en paracaídas y las cosas que se acomodan, que se ajustan, que no se fuerzan, que sirven para comprender que no existe solo una cara de la Luna.
El suelo a veces cambia de relieve, de color y de olores, en una infinita gama de posibilidades y así y todo no supone que nada lo absorbe, cuando en realidad se siente sumergido en un lugar del que parecería difícil salir y sin embargo es tan sencillo con solo saber que una sonrisa, una mirada, una mano, una caricia o una lágrima compartida están ahí, a la vuelta de la sábana, muy cerca de tus labios, de tus abrazos y el elixir es un néctar dulzón y sabroso.
Comprender. Aceptar. Compartir. Hacia allá vamos.

jueves, marzo 12, 2009

Jugarretas


"Jugarretas del destino", se repetía la frase con asiduidad en los últimos días, cada vez que repasaba el devenir de los sucesos.
Raros, locos, increíbles y genialmente locos.
Poco importaba el grado de locura si la felicidad que sentía era verdaderamente plena.
"Jugarretas del destino", y lanzaba una carcajada o dejaba que una lágrima -que otras veces fue amarga y hoy es dulce- cayera en su sonrisa y así sentirse vivo, y con ganas de encarar el futuro.
En un abrir y cerrar de ojos estaba en el lugar en el que desde hacía tiempo quería estar.
Pisaba en firme y eso lo envalentonaba.
Por momentos se sentía Peter Pan y volaba con sus sueños llenos de realidades.
Por otros se dejaba llevar por el destino y sus intrínsecos laberintos.
Ahora ya sabía que esas preguntas tenían su respuesta, que el sol está y da calor, que no sólo se puede pensar, sino que también se debe sentir.
Si le hubieran dicho que el guión de esta película iba a ser así, no lo hubiera imaginado, más allá de que lo deseaba.
"Jugarretas del destino", como aquella primera vez. Como cuando la reencontró y no se separaron más.

miércoles, marzo 11, 2009

Ritmo


Un ritmo lo hizo acordarse de ella. Lo transportó a un lugar que compartieron, en el que se miraron, unieron sus manos, sintieron su piernas moverse juntas, acompasadas, fluyendo como si fueran una sola.
En ese instante nada importaba, ni el exterior, ni lo que se dijese. Eran ellos y el ritmo que trasmitía una energía particular.
Él la hacía recorrer sus dedos, sentir su pecho junto al de ella, percibir sus latidos, los cuales iban creciendo en intensidad, al tiempo que la sonrisa de ambos dominaba la escena que ellos mismos creaban.
La atmósfera se modificaba a cada paso con cada combinación, con cada forma de ver hacia dónde el cuerpo se movía y ahí disfrutaban el uno con el otro como uno solo.
Alguna palabra al pasar, un pelo movedizo que insinúa más de lo que dice y la conjunción perfecta para que la historia cierre y abra luego de tanto tiempo. Era hora.

Fusión

Un día primaveral de invierno volvió a verla, sonriente, algo cambiada y con el pelo suelto, lejos de su postura fresca, abierta como quizás lo estuvo siempre, aunque él no podía registrarla así.
Se rió él también cuando la conversación derivaba en situaciones de complicidad.
Buscaba un punto de contacto visual, algo que lo transportaba y seguramente no era la misma cosa.
Ruidos variados y un estampido. Estruendo allá afuera donde la ciudad se diluye, se convierte y se apodera de todo y de todos.
Por momentos se fusionaron, compartieron la misma senda, la huella, esa que en otras ocasiones habían transitado, con mucho de rocas y algo de llanura.
Ahora él oía una canción que no lo remitía a ella, pese a que los deseara.
El ánimo a veces fluctúa de acuerdo a los momentos, a saber que és único e irrepetible y que debe disfrutarse, como la mariposa o el pétalo que muestra fragilidad, pero cumple una bella función.
El tiempo fue pasando, con algunos silencios de por medio, casi que a propósitos.
Cierta vez la soñó como aquella vez, como se vieron desnudos la primera vez y supo que todo tiempo pasado queda ahí y no vuelve más, al menos no así. Cruel realidad o triste filosofía.

martes, marzo 10, 2009

Carcajada


Sí, al fin se decidió. Procesó el "duelo", buscó y urgó en las profundidades de lo más profundo de -vaya uno a saber qué territorios- y la encontró.
Estaba radiante, impoluta, como cuando la había dejado, ya no se acordaba hacía cuánto tiempo.
Se detuvo a contemplarla, admirarla y al mismo tiempo, extrañarla, sabiendo que en breve tiempo la tendría otra vez consigo.
Dicho sea de paso, podremos aclarar que para llegar a este punto en que está frente a ella debió pasar algo, que en otro momento tal vez pasemos a relatar.
Ese encuentro fue pura emoción.
Ella no entendía muy bien qué había pasado en él para que la hiciera a un lado de su vida y él lamentó en el alma no poder darle una explicación coherente, que esté a la altura de las circunstancias.
Pensó en pedirle perdón, pero era algo que ella no buscaba.
Intentó compensarla con algo más que su mirada y ella le hizo saber que "todo estaba bien".
Blanca, exhultante y pletórica de voz, la sonrisa apareció nuevamente en su rostro una tarde de verano, bajo un sol calcinante y una ciudad hecha torbellino.
No supo entender él o los porqué de ese reencuentro, pero lo agradecía a cada paso por que comprendía que eso era un cambio, no desde lo externo solamente, sino -y lo más importante- es que venía del centro mismo de su ser, para multiplicarse, ir bien lejos, extrapolar las cosas que sentía y estaba viviendo.
Entendió, quizás como nunca antes, que era el momento de abrir las ventanas, respirar bien hondo y reír, de una manera diáfana, sin culpas, sin resentimientos, pero con ese sabor a vida que volvía a atravesar su rostro, ese que había quedado mustio sin sonrisa y hoy al fin florecía nuevamente con esa simple carcajada.

Necesidad

Desde hacía tiempo lo amaba en silencio, conformándose con esos momentos, minutos, tal vez, horas de un día que nunca llegaba a ser del todo completo, pero que al mismo tiempo la llenaban de satisfacciones y sensaciones que con el correr de los años la transformarían, aunque no solo a ella.
Muchas veces sintió la necesidad de decirle lo que le pasaba. Gritárselo en la cara, aunque muy bien no sabía si eso que sentía era tan fuerte como para abandonar la posición que tenía en su vida.
Fue su partida la que supuso un panorama completamente diferente.
Lo perdía para siempre, se dijo, y maldijo a la vida, al amor y se enfureció consigo misma.
Los días posteriores fueron poco entendibles, aunque sabía que algo -fuera de lo común- le estaba pasando.
El hecho de no verlo, de saberlo lejos, supuso un alivio, pese a que como se dice comunmente, la procesión iba por dentro.
Apenas algún llamado aislado o un mensaje al pasar la hacía sentirse parte de su vida, aunque más no sea por un rato. Se conformaba.
Llegó a pensar en él mientras otro sudor compartía sus sábanas y cayó finalmente en la cuenta que el tiempo no cura todas las heridas.
Ahora lo veía emocionarse con lo que el estaba contando. De sus días en silencio, sus horas sin minutos y el ahogo contenido.
Sabía qué quería y con quien. Ella esperó su tiempo. Su momento. Era éste y no lo iba a dejar pasar. Lo besó y se amaron una vez más.

lunes, marzo 09, 2009

Desnudez


Se rió a más no poder, al tiempo que una lágrima recorrió su mejilla derecha.
Tenía el pelo mojado, los pechos turjentes y la mirada en el infinito.
Le hablaba como quien se confiesa luego de años con alguien conocido y sabía que era como desnudarse por primera vez ante otra persona.
Se volvió a reír, en lo que sería una constante en el resto de sus días.
Había pasado por muchos momentos y ahora estaba disfrutando éste.
No emitió sonido, sólo un pensamiento de satisfacción.
Se lavó los dientes, se maquilló y salió en busca del nuevo día.
Él seguía durmiendo.

viernes, marzo 06, 2009

Cigarrillo

Era de madrugada. El cigarrillo se consumía en el cenicero y el café se enfriaba sin importale.
Sus ojos, esos que supieron estar alegres y ahora tenían un dejo de melancolía estaban clavados en la pantalla. Leía. Releía. Se enjuagaba la lágrima rebelde que intentaba colarse por su mejilla y a la vez reía para sus adentros.
La cabeza iba más rápido que sus pensamientos.
Mil cosas la tenían ocupada y sólo una la preocupaba en serio.
El día después sabía cómo iba a ser. Lo que tenía que definir era el día de hoy. Cómo buscar la manera, la forma. Todo estaba en ella, una vez más. ¿Cúántas más? se preguntó.
Buscó algo que la contuviera, donde hacer pie, sin perder el equilibrio.
Pensó en una isla. Un tiempo, sin tiempos. Un atardecer, una puesta de sol, la luna o el mar regalándole una sonrisa.
Se imaginó pisando con la planta del pie la arena húmeda y se vió a sí misma riendo a carcajadas, como hacía mucho no lo hacía.
¿Qué estaba pasando? Sabía que no podía correr más que las agujas del reloj y al mismo tiempo detenerlo.
Era momento de avanzar. De poner blanco sobre negro. Lo despertó. Se sentaron en la cama...y hablaron.

jueves, marzo 05, 2009

Cicatrices

Había dormido plácidamente. Se podría decir que como hacía tiempo no lo hacía y eso lo sorprendió. Por varios factores que aún no tenía ganas de analizar, pero le hacía bien.
Tenía toda la cama para él. Dos almohadas, la sábana de colores y un cubrecama color crema.
El ambiente era apacible y un rayo de sol -si es que el día no estaba gris- lo acariciaba cada mañana por la ventana.
Cierto es que faltaban algunos detalles como las mesas de luz, por ahora con improvisadas banquetas en esa función, pero nada porque preocuparse.
Se desperezó. Remoloneó. Vió que en su cuerpo no faltaba nada y que algunas partes tenían, casi, vida propia, y esbozó una sonrisa cómplice.
Tenía ganas de tomarse un día para él, hacer lo que su deseo le dictase, sin rendir cuentas con nadie, aunque a decir verdad, hacía tiempo que no lo hacía y se sentía muy bien con eso.
Abrió la ducha y dejó que el agua corra por su cuerpo y se dio cuenta que la cabeza comenzaba a transmitirle pensamientos, imágenes, rostros y voces.
Algunas cosas no las entendía y de otras se alegraba profundamente. Una carcajada inundó el baño mientras el jabón lo embadurnaba de espuma.
Cantó una estrofa de adolescencia, de esas que se cantaban en los fogones, y si bien se observó en el empañado espejo, las arrugas le indicaban que ya no tenía 17 años y volvió a sentirse bien con el reflejo, con la mirada, las canas y hasta las cicatrices.
Al fin y al cabo de eso estamos hechos, de cicatrices. De las que se ven y de las que no, aquellas que oculta el alma y sólo muestra en determinadas circunstancias, cuando el amor o el dolor así lo requieran.
Buscó un toallón y no se secó, sino que dejó esa tarea para una ráfaga de aire cálido que entró por la puerta entreabierta.
Desnudo en su departamento, volvió a reír y al mismo tiempo la voz de Raly Barrionuevo le decía desde el parlante que "...de la montaña es el viento...y el agüacero es el verbo que le da de beber".
Él estaba buscando una fresca alborada, se dio cuenta en ese instante,el mismo en el que fue feliz.

miércoles, marzo 04, 2009

Sábanas


Humedad. Densidad. Piel pegajosa y una incógnita a cada paso. ¿Cómo será un día sin día?. ¿De qué manera vivir sin vida? o pensar sin pensar?.
Estiró sus piernas. Sus pies se entrelazaron con los de ella, que por instinto -y algo más- se unieron a la proposición de compartir temperaturas.
Una mueca de satisfacción. Un sonido gututal que llamaba a la invitación.
El alba estaba cerca. La noche había sido intensa. Con sudores, almohadas que se salían de órbita y cuerpos en busca del éxtasis final.
Demás está decir que todo vibró. Se modificó la escenografía del lugar y ellos no volvieron a ser los mismos. Sus pies juntos lo demuestran.
Se deslizaron por las sábanas, sin mirar relojes, ni preocuparse por si era lunes o jueves.
Lo único que sabían es que la historia los había señalado y en ese marco no pensaron más que en eso.
Él le besó la espalda. Ella le acarició el pecho.
Un fuerte viento atravesó la ventana y fue la señal inequívoca para volver a arrugar las sábanas. Un nuevo día comenzaba.

lunes, marzo 02, 2009

Inspiración

La inspiración puede tener miles de posibilidades, aristas o realidades.
Se planteaba esas hipótesis ante cada hoja en blanco, con la lapicera en la mano y una incertidumbre en el corazón.
Sabía que lo que le pasaba, no lo quería reprimir. Es más, deseaba ir por más.
Necesitaba respuestas a tantas preguntas, que no necesariamente habrían de ser soluciones a sus problemas, pero sí podrían clasificar un poco este panorama que se presentaba casi, casi, con un cielo limpio, aunque por el horizonte se pudieran apreciar pequeñas nubes grises.
En cada desayuno la recordaba.
En los almuerzos la veía al lado suyo en la mesa.
En las meriendas dejaba enfriar el agua del mate esperando que ella lo cebara.
Por la cena, apenas digería un yogurth con los dos platos bicolor puestos y la vela que -otra vez- se consumía hasta quedar hecha cera derramada y sin forma.
"Es el destino", se consolaba.
El momento hay que pasarlo. Las heridas sanarán y ella volvería a ser un lindo recuerdo.
Tenía ganas de volver a enamorarse, de jugarse, de apostar.
¿Será eso posible?. Esa era una pregunta recurrente y a medida que se consumían los días sabía que la respuesta era positiva. Y sonrió.

Propuesta


"Si te digo algo que no siento sería como negarte, pero si te comento lo que veo, podrías llegar a entenderme".
Cualquier día, en cualquier lugar, cantaría -a quien quiera oírme- esta canción de felicidad, de deseo y sensaciones, sabiendo que tu mirada estará cerca, tan cerca que podría estirar mis labios y robarte un beso, como el de anoche.
Los caminos se construyen con tiempo, ganándole a las adversidades, amoldándose a la naturaleza.
Si te digo lo que veo, seguro me creerías esta vez. Como cuando te dije que tu destino puede estar ligado al mío.
Recorrimos muchas cosas juntos, aunque no todo lo que podríamos, pero si te aferras a mi mano y yo a la tuya, me juego entero.
Dejate convencer. Si es tan sencillo saber que alguien te espera en algún lugar de la ciudad.
Saber que contempla la misma estrella y se refleja en la luna compartida.
¿Te acordás los versos que inventamos, los sonidos que emitimos y todo lo que vendrá?
Un sinfin de cosas podemos hacer y lograr.
Sólo es cuestión de aceptar la propuesta.

Instintos


Nada de palabras. Puros instintos. Nada de hablar. Pura acción.
Ni una vocal tirada al aire. Sólo pensamientos cerrados.
Poca luz, mucha luminosidad.
Era retomar el sendero que habían dejado sin completar, pero con otros pasos, o tal vez los mismos, pero con diferente calzado, haciendo que la huella se modificara, se adaptara a este tiempo, lleno de incertidumbres, pero plagado de gratas sorpresas.
Se confesaron, en un sacerdocio pagano, todos sus pecados, que era el de amarse sin freno, sin tapujos, con una catarata infinita de pasión, apuntando al punto buscado. Deseado.
Pocas palabras, apenas un río de lava humana capaz de modificar el rumbo de la historia.
Labios secos. Ojos cerrados. Gustos diferentes.
Noche extendida y un amanecer muy corto.
Sinergia. Confluencia, sintonía y concordancia.
Se pusieron en oferta, uno con el otro, y se develaron misterios ocultos, enigmas internos y realidades opuestas.
En definitiva, se amaron de una manera tan desenfrenada que aún hoy el recuerdo está presente. En gran parte porque ninguno bajó la intensidad.
"Para qué?", se dijeron. Se sonrieron y se besaron una vez más.

jueves, febrero 26, 2009

Brisa

Algo ya no era lo mismo.
Despertó más tarde de lo usual y se sentía diferente, sin poder explicar cómo, pero sí diferente.
El día era primaveral, como los anteriores, con una brisa más quizás, pero nada que no se soportara.
Se desperezó buscando una compañía que ya no estaba físicamente, pero sí en sus pensamientos más allá del borde de la cama.
Un aire distinto lo envolvía, lo tenía atrapado. Êl se dejaba llevar.
Paró en él. Se afeitó, pero no se bañó. No lo necesitaba.
Se preparó un cortado, como siempre, y observó la calle, sin abrir la ventana, para no perder el silencio de su casa.
La paz del hogar, o algo así.
Tenía la sensación de ya haber protagonizado esta película, en la que él terminaba perdiendo, o tal vez no.
Buscó algo que no encontró y supo por fin que la libertad era su bien más preciado.
Desde hacía un año no podía sentirse así y ahora era esa sensación la que estaba experimentando.
Ella le dijo algo así, pero no quiso creerle. Como siempre, el tiempo pone todo en su lugar. A ellos también. En una vereda y en otra. Lejos de aquellos días en los que la palabra de uno era la del otro y viceversa.
Se dio cuenta que el día era más largo que la noche y que es difícil pensar con claridad cuando todo parece gris.
No lo pensó más e iba a reescribir su historia. Quizás algo cambiaría o tal vez no.
Algo o alguien le tenía una mano, le regalaba una sonrisa y él estaba dispuesto a aceptarla y acompañar esa propuesta.
Dio dos vueltas a la llave. Respiró hondo. Se dejó acariciar por el sol y salió como siempre con el pie derecho.
Para empezar no estaba nada mal.

miércoles, febrero 18, 2009

Piel


Necesitaba eso, tocar su mano y sentir su piel para poder entender que todo aquello que hablaron, se dijeron y se confirmaron era así, real y firme.
Tal vez sin la misma pigmentación, el paso del tiempo, la huella el sol y hasta el ADN y sus raíces.
Sin embargo, era algo más que una sensación y una cuestión de piel. Era saber qué varios puntos en común tenían ambos, como si fueran dos, pero unidos por algún elemento no descifrado, y así se entendieron.
En este tiempo conversaron de miles de cosas, de las profundas, de las banales y de las soeces, teniendo una sonrisa a mano y una complicidad a flor de piel y por eso sabían que las situaciones que armaban eras por demás atractivas y buscaban afianzalas. Como ahora, cuando él le toma la mano, la mira a los ojos y antes de decirle algo le da una risa "giocondesa" para agradecerle su presencia, su palabra y su piel. La misma que él sintió en algún sueño y hoy era realidad.