sábado, septiembre 26, 2009

Marcas


Tarde, como cada lunes, se despertaba tarde. Se negaba a comenzar la semana al alba y al mismo tiempo gozaba terminándola de madrugada. ¿Eran sus códigos?
El otoño ya daba sus primeros esbozos de presencia como quien se despereza al despertar y a su vez quiere seguir remoloneando en la cama.
Varias de las cosas que tenía pensado las dejó de lado porque ya era tarde para retomarlas y hablaba del día y no de su vida, que andaba por otros carriles, apacibles y tumultuosos por igual.
Se percató que hacía justamente un año que había vuelto a verla. Voraz, intensa y hasta efímera.
Repasó en parte lo sucedido. Un dejo de melancolía le recorrió la cara. Por momentos también la alegría, pero sin dudas la desilusión lo inundaba todo.
Nunca más se volverían a dar las mismas circunstancias, pero la vida tiene siempre una hoja en blanco por escribir. No sólo él estaba haciéndolo, ella también, aunque poco importara lo que sucedía a varios kilómetros de distancia.
Vio que la temperatura había bajado y se subió la campera hasta el tope. Exhaló un aire que parecía una bocanada de alivio. También el aire recibió un insulto y una carcajada de liberación.
Él sabía porqué y con eso bastaba.

Estruendo


Fue un estruendo, un grito de libertad. Un deseo contenido que estalló en la madrugada.
Nunca pensó que sucedería de esa forma, pero se dejó llevar, se entregó al momento. Disfrutó y fue muy feliz.
Lo inconmensurable del amor son sus miles de formas, trazos y líneas, sus aromas y sus olores.
Tal vez nunca siquiera imaginó la escena, las cosas íntimas también dan pie a descubrir nuevas sensaciones, posturas y planes.
Toda la intensidad puede resumirse en una risa, un llanto, un silencio, o en el compartir la mano firme y segura.
Eso hicieron. Cada uno a su manera y estilo, pero con el mismo plano y hoja de ruta.
El saber que la ola lo conduce a un puerto seguro le da tranquilidad, lo motiva, lo convence de que el camino trazado es el indicado.
Ya encalló en otras playas más distantes, algo cambiantes y para nada previsibles.
Las rocas también se llevaron parte de su embarcación, que con esfuerzo logró componer. Hoy el sol asoma en el horizonte y ríe como en la intimidad.