viernes, marzo 06, 2009

Cigarrillo

Era de madrugada. El cigarrillo se consumía en el cenicero y el café se enfriaba sin importale.
Sus ojos, esos que supieron estar alegres y ahora tenían un dejo de melancolía estaban clavados en la pantalla. Leía. Releía. Se enjuagaba la lágrima rebelde que intentaba colarse por su mejilla y a la vez reía para sus adentros.
La cabeza iba más rápido que sus pensamientos.
Mil cosas la tenían ocupada y sólo una la preocupaba en serio.
El día después sabía cómo iba a ser. Lo que tenía que definir era el día de hoy. Cómo buscar la manera, la forma. Todo estaba en ella, una vez más. ¿Cúántas más? se preguntó.
Buscó algo que la contuviera, donde hacer pie, sin perder el equilibrio.
Pensó en una isla. Un tiempo, sin tiempos. Un atardecer, una puesta de sol, la luna o el mar regalándole una sonrisa.
Se imaginó pisando con la planta del pie la arena húmeda y se vió a sí misma riendo a carcajadas, como hacía mucho no lo hacía.
¿Qué estaba pasando? Sabía que no podía correr más que las agujas del reloj y al mismo tiempo detenerlo.
Era momento de avanzar. De poner blanco sobre negro. Lo despertó. Se sentaron en la cama...y hablaron.

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