sábado, octubre 03, 2009

Ducha


Caliente, el agua de la ducha caía caliente sobre su espalda y sentía placer de recordar el instante previo, la emoción cercana, su cuerpo con el suyo.
Mientras el agua la recorría, la sonrisa se mezclaba con una lágrima de felicidad, que se juntó con la salitre del mar en ese atardecer de abril.
Le confesó lo que pensaba, lo que había hecho por él y no pudo, ni quiso contenerse. Ahora todo era diferente, se lo había juramentado y él prometió compartirlo con una sonrisa como la de ella.
Siguieron el ritmo de sus corazones en el muelle, con la rompiente de las olas como música de fondo y comprendieron que los sueños, sueños son, pero que también pueden ser realidades.
"Que el sueño sea realidad y que la realidad siga siendo un sueño", le dijo él y ella consintió con una beso y una caricia.
Esos momentos serán únicos se prometieron, como si nada hubiera existido anteriormente, más allá de esa historia construída a base de paciencia y complicidad.
Entrelazaron sus manos, se miraron en un suspiro. Renovaron las esperanzas. Las estrellas, ahí afuera, les hicieron un guiño.
Las cosas se acomodaban. Cerró el grifo, tomó aire y mojada fue a su encuentro, para ser secada por sus labios.