viernes, mayo 01, 2009

Plácidamente


Ahora ella dormía, plácidamente, tranquila, serena, recostada sobre su lado izquierdo, con la respiración pausada. Si en ese momento alguien del más allá hubiera venido a despertarla, no habría querido ir.
Instantes antes, segundos o momentos podría decirse, ella estaba en otro mundo, ese en donde los sentidos se combinan a la perfección y los relojes se detienen, se convierten y se destruyen, todo a la vez.
Parecía difícil de entender para él que el café se enfriara, ella durmiera y a su vez fuera feliz como hacía tiempo no lo era.
Compartían cosas sencillas. Una sonrisa -muchas- una mirada, la complicidad, algún despertar de madrugada y todos esos proyectos por venir.
También hacía poco -más de un hervir de pava- él era otro, algo más intenso, si es que hacer el amor es la actividad más intensa que un hombre puede llevar a cabo con una mujer, y ahora escribía unas líneas que surgían al verla durmiendo.
No tuvo envidia, sino todo lo contrario. Le surgió una sonrisa de protección que le encantó. Lo ponía en un lugar de acompañar una nueva realidad, también por cierto, era la suya.
Bebió un poco de café. Le dio un beso en el omóplato, como era su código, y se acostó junto a ella, quien lo recibió con alegría entre sus brazos y durmieron plácidamente.

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