lunes, marzo 30, 2009

Escribir

Luego de un rato pudo articular alguna palabra, interna, pero palabra al fin.
Tomó su anotador, su lapicera fuente -a veces solía vestirse de smoking- e intentó esbozar algunos pensamientos como respuesta.
No pudo. ¿Sería el fragor de la madrugada?. Tampoco lo sabía.
Lo que sí, se quedó leyendo y releyendo el mensaje, que sonaba a confesión, a compañía.
Tenía, como él, muchas preguntas, algunas con respuestas y otras no, pese a que las había escrito.
Trataba de entender lo que ella intentaba decirle, como si fuera un mensaje por descifrar en alguna botella arrojada al mar y que se topa con él en una playa perdida.
Se sentó, erguido y firme y leyó en voz alta.
"¿Sabias que te espero? Si, lo sabes, o tal vez lo imaginas.
¿Sabes que extraño tus preguntas? Si no lo sabes, ya estas enterado.
¿Sabes que extraño tus encuentros nocturnos? Sí, los extraño porque los disfruto.
¿Y qué? Está mal? Está mal acercarse a lo que a uno le hace bien? Nooooooo.
Sé que a veces mis palabras confunden. Por mis inseguridades. Por mis arrebatos, tal vez, por mis atropellos. Por mis deseos reprimidos reflorecidos.
Pienso en vos, sí. Vos hiciste renacer la MUJER, y vos hiciste recordar al HOMBRE. ¿Por qué? Por los clímax, por los sueños, por las sensaciones, por las sorpresas, por las fantasías, que se yo, por tanto y por tan poco.
Me das fuerza. Me das ganas. Y quiero que sigas, así. Seguí…"
Terminó de leer y aún seguía sin modular palabra.
Miró la cama. Corrió la sábana y trató de dormirse, mientras una canción lo intentaba acompañar en su dialéctica interna, sin más.

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