viernes, agosto 10, 2018

SI bemol



El acordé sonó fuerte, como su mano en el primer paso. Los dedos apoyados en las cuerdas, al igual que sus cuerpos en el espejo. 

La cejilla que todo lo modifica se sentía como sus besos por las madrugadas, y en ese FA sostenido la encontró tan sublime como el SI bemol posterior, semejante a su complicidad, a la lágrima juntos, al abrazo que estremece la guitarra. 

Su cuerpo arqueó, su sonrisa apareció fulgurante y en ese punto exacto ensayó un punteo,  como en esa melodía que los tenía unidos desde el mismo día que la escucharon y sus miradas enlazaron el tiempo. Siempre tan escaso.

Y en la sinfonía de sus palabras, esas que se dicen en la penumbra y que sólo las noches conocen, buscó un SOL, un RE, un DO, y los encontró entre sus piernas. En el roce de sus labios.

La fragilidad de ambos logró estremecerlos hasta el punto en que la canción se completó en el rasguido final, y sólo aplausos de oyeron.