martes, marzo 10, 2009

Carcajada


Sí, al fin se decidió. Procesó el "duelo", buscó y urgó en las profundidades de lo más profundo de -vaya uno a saber qué territorios- y la encontró.
Estaba radiante, impoluta, como cuando la había dejado, ya no se acordaba hacía cuánto tiempo.
Se detuvo a contemplarla, admirarla y al mismo tiempo, extrañarla, sabiendo que en breve tiempo la tendría otra vez consigo.
Dicho sea de paso, podremos aclarar que para llegar a este punto en que está frente a ella debió pasar algo, que en otro momento tal vez pasemos a relatar.
Ese encuentro fue pura emoción.
Ella no entendía muy bien qué había pasado en él para que la hiciera a un lado de su vida y él lamentó en el alma no poder darle una explicación coherente, que esté a la altura de las circunstancias.
Pensó en pedirle perdón, pero era algo que ella no buscaba.
Intentó compensarla con algo más que su mirada y ella le hizo saber que "todo estaba bien".
Blanca, exhultante y pletórica de voz, la sonrisa apareció nuevamente en su rostro una tarde de verano, bajo un sol calcinante y una ciudad hecha torbellino.
No supo entender él o los porqué de ese reencuentro, pero lo agradecía a cada paso por que comprendía que eso era un cambio, no desde lo externo solamente, sino -y lo más importante- es que venía del centro mismo de su ser, para multiplicarse, ir bien lejos, extrapolar las cosas que sentía y estaba viviendo.
Entendió, quizás como nunca antes, que era el momento de abrir las ventanas, respirar bien hondo y reír, de una manera diáfana, sin culpas, sin resentimientos, pero con ese sabor a vida que volvía a atravesar su rostro, ese que había quedado mustio sin sonrisa y hoy al fin florecía nuevamente con esa simple carcajada.

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