miércoles, abril 25, 2007

Despertar


La ruta se abre por entre la arboleda, llenando todo de aire cálido, trayéndome tu sonrisa, tus caricias, tu amor.
Tu figura me llena, se refleja en una flor, el viñedo, el sol que busca ocultarse y pide que lo mire tras aquél horizonte, como tu mano apoyándose en la mía.
Mi refugio es tu mirada, mi paz está con vos, compartiendo el camino, la piedra, la sierra, la naturaleza toda.
Alguien me dijo alguna vez que las obras deben ser contempladas y lo supe cuando te besé por primera vez, debajo de la lluvia y con el frío calando los huesos, pero nada importaba en ese instante, sólo que no termine.
Sencillamente aprecio el momento de escucharte, de sentirte, de tenerte.
El viento trae siempre el aire fresco de otros parajes, para compartirlo con vos y sentir que nada es en vano, si me encuentra a tu lado.
Locura linda que alguien puso en mi camino y que me lleva por los inconmensurables designios de la vida.
Intento poner en palabras lo que me das y esbozo un gracias, sin temor a equivocarme.
Supuse un día que la noche me tenía cautivo, pero la luz llegó desde tus ojos y se instaló a fuego cerca del corazón, para apoderarse de mi universo, sin preocupaciones.
Tu huella es profunda y el ómnibus me aleja del cerro, de vos, sólo por un instante, porque sé que mañana despertaré a tu lado, igual que hoy.

sábado, abril 21, 2007

Tiempo



"Hey, estás acá o viajando?", escuchó una vez más y se despertó, sin haberse dormido nunca.

Solía hacer esos pases, esos vuelos, esos "escapes" sin razón. De chico se sintió diferente, si al ser diferente sólo consideraba pensar o analizar todo, o casi todo.

Aún conservaba el soldadito de plomo con el que quería convertirse algún día, o aquél avión de papel que lo alzaba por los aires, soñando ser un conquistador del universo.

Cayó como caemos todos, pero los golpes lo fueron modelando, aunque la erosión se hacía sentir en la forma de expresarse, de relacionarse, de decir lo que quería decir, en hacer lo que quería hacer.

Pudo sobreponerse con esa característica de los jóvenes, con el hecho de saber que cada día vivido era uno más y no uno menos, que despertarse no era tan malo, ni tan sacrificado si había por delante un mundo por descubrir.

Así fue como la conoció a ella, en una tarde cualquiera bajo la lluvia de verano, compartiendo el mismo toldo para cubrirse, cruzando sonrisas y gestos, que siempre son referenciales y generan pertenencia, combinan actitudes y aúnan esfuerzos.

Aún no recuerda si fue un café, una gaseosa o qué, pero la invitó a ver caer la lluvia desde un bar, para conocerse mejor , ir más allá de los gestos. Ella aceptó, internándose también en un presente no pautado, pero que tenía ganas de afrontar.

Se conocieron de a poco pero intensamente, y aunque muchas cosas no les eran comunes, se sintieron acompañados, protegidos, escuchados el uno al otro.

Temas tribiales fueron el preludio de un "pasemos la noche juntos", que le pidió ella, que tuvo como respuesta un "...y muchas más".

Tampoco recuerdo cuando fue que empezó a escribir este rejunte de palabras poco pretensioso, en una forma de recordarla, sentirla y agradecerle que nada volvió a ser igual y que su paso dejó una marca, sin cicatriz visible, pero con la seguridad que perdudará en el tiempo, aunque ya no quede tiempo.