jueves, octubre 26, 2006

Inigualable

Compartir un café,
la mirada de cada mañana,
el olor a su piel,
todo es más de lo que pedí.
Su caricia tenue, con la luz apagada.
La terrible sensación de sentir,
y esa estrella que creamos
en una galaxia infinita.
Algún día, solo un día
te diré que te amo.
Una noche, solo una noche
tú me dirás que sí.
Las palabras salen suave de su boca
como la lágrima de emoción
y el grito ahogado,
pura pasión.
Desde algún punto remoto
supimos que nadie,
de la nada misma...
es todo.
Tal vez, solo tal vez
puedas tomar mi mano, y dejarte llevar
Será un momento inigualable,
como aquella primera vez.

sábado, octubre 07, 2006

Encuentro

Ellos parecían los mismos, pero sin embargo eran distintos.
El tiempo había impactado en sus rostros y sus almas.
Los mismos ojos, distinta mirada.
El corte de pelo idéntico, aunque las ideas variaron como la moda.
Los labios algo más curtidos, las palabras habían cambiado.
Se sentaron uno frente al otro sin decir nada.
Se observaron, se analizaron y hasta se desearon con igual intensidad.
"¿Tus cosas?", preguntó él, tratando de abrir el juego.
"Bien", dijo ella y retrucó: "¿Las tuyas?".
"Ahí", contestó él dando a entender que sin ella al lado nada era lo mismo.
Pidieron un café cada uno, dejando que los recuerdos aparecieran al revolver la cuchara en la taza.
Se dieron cuenta que el encuentro lo deseaban, pero se les volvía una carga, un teorema que no podían descifrar.
"¿Qué hacemos con todo?", le comentó él mientras sorbía el café.
"No sé, es difícil. Pero nada puede ser igual", agregó ella y echo una mirada por la ventana, a una ciudad enrarecida bajo un sol de agosto, inusual visitante en el cono sur.
"¿Y si probamos una vez más?", pidió él.
"¿Para qué?", lo frenó ella.
El silencio volvió a dominar la escena. Como si el tiempo se hubiera detenido y todo se debiera recapitular.
Casi sin querer pensaron lo mismo, en realidad, recordaron lo mismo.
Aquella cabaña en pleno bosque en un fin de semana de "escape", para mimarse, conocerse y sentirse.
La rotura de un vaso y la bandeja contra el piso los trajo a la realidad.
Ella movió la cabeza en señal de negación y él sintió que no había dado todo, como casi siempre.
"Vos no vas a cambiar y yo ya estoy cansada de intentarlo. No vas a modificar tu situación y segundas partes nunca fueron buenas", dijo ella casi sin respirar.
Solo esbozo un tibio "pero yo...", cuando ella le pidió con la mano que no intente un sermón convencedor.
Le tiró un beso al aire como al pasar y abandonó el bar apretando los dientes, arrojando el billete sobre la mesa, como si fuera la rúbrica de una sentencia.
Volvió a echar la vista por la ventana, a la misma ciudad que se le presentaba nubosa por una lágrima rebelde que no obstante ella contuvo.
Tomó aire y se dijo para sí: "Ya está". Luego de mucho tiempo se sintió aliviada.