miércoles, diciembre 27, 2006

Melodía

Ella no se dio cuenta, pero él la miraba cada tarde, mientras regaba las plantas, le daba de comer a los pájaros y cantaba alguna melodía de juventud,
que a su vez él tarareaba casi en un susurro.
No sabía bien qué era,
pero sabía que un halo de magia e incertidumbre
le atraía de ese ritual que se daba a pocos "metros-aire",
en el balcón de enfrente de esta caótica ciudad.
Maldecía los días de lluvia,
porque significaban que ella no cumpliría su parte de esta sociedad anónima que había compuesto...uno solo.
Un día él creyó que ella le devolvió la mirada, pero era pura ilusión.
Alguna vez compartió un sueño en alguna noche fatigosa y hasta le inventó un nombre, con nombre de viento.
Se preguntaba qué sería lo que pasaba en él, al que nada le pasaba.
Los días le parecían más cortos, o más largos,
o que no le importaba el tiempo,
si ella no salía al balcón.
Tomó coraje, decisión o irresponsabilidad
y salió a decirle lo que sentía
cuando la observaba, y más allá también.
Ella lo escuchó, pero no lo pudo ver,
porque de echo ella no veía.
Por el tono de su voz se dio cuenta de la
desilusión de él.
Entonces ensayó una excusa casi infantil,
para que él se fuera.
Los papeles habían cambiado y cada uno,
a su manera, lo lamentaba.
Ella por él y él por ella.
Los días pasaron, pero los pensamientos
y las sensaciones continuaban firmes.
No quería tirar la toalla y hacía rato que no la escuchaba,
ni a ella, ni a los canarios.
Pertinaz, insistió una vez más, pero no respondía.
Averiguando supo que ella se había mudado,
al interior del país, al campo, cree.
No volvió a ser el mismo. Ella tampoco.
Aún se siguen pensando, con la almohada de al lado vacía.