miércoles, mayo 30, 2007

Palabras


Se sorprendió con sus palabras.
No se sintió incómoda, pero si con cierto cosquilleo que hacía rato no sentía.
Habían bastado un puñado de palabras para cambiar el panorama
y todo ese paisaje que se vislumbraba como algo de un color,
se tiñó de repente de otro estilo.
Sin embargo, su terrible racionalidad la frenaba,
le ponía un alto a sus necesidades.
Comparó sus pasos como los que dio Amstrong
a su llegada a la Luna.
Medidos, precisos, seguros.
Esto sucedía en su interior
y al mismo tiempo de su boca emanaban palabras tiernas,
para oídos que tal vez no oían.
No le importaban los preconceptos,
-estaban más vivos que nunca- y los tropiezos del pasado
se le aparecían como por arte de magia,
aunque no fuese ilusionista.
A cada rato se repetía su frase de cabecera: "Soy feliz",
por más que a la noche, el lado opuesto de la cama
estuviera vacío, casi helado de ausencias.
Ese día se lo dedicó para ella, se autoregaló mimos.
Fue de compras, a la peluquería y se tomó un café en un bar,
observando a la gente ir sin rumbo,
como entre perdida y desconcentrada.
Pensó en lo último que había experimentado,
también en lo que había sufrido y en la ventana que
se le abría una vez más.
Luego de muchas preguntas internas se decidió.
Tomó el celular y marcó su número,
sin respuesta más que la voz del contestador.
Eso le dio la pauta de que los sueños, sueños son,
pero que pueden hacerse realidad.
No dejó de apostar, el tren había partido de la
estación, pero siempre otro está por llegar.

miércoles, mayo 16, 2007

Vías

Una vía muerta deseosa de ser transitada,
y el sauce llorón que la contempla
como si tratara de consolarla.

El cóndor le trae fotos del exterior,
de un mundo que alguna vez tuvo,
que extraña,
y que sabe que no volverá.

Pasó de la vida a la inoperancia,
con su pasado detrás,
poco futuro por delante,
y los yuyos que la cubren,
como la tierra cae sobre los muertos.

Traía y llevaba prosperidad
a ese paraje perdido en las sierras,
que se forjó a su alrededor,
con el paso del tiempo y el
devenir de las estaciones.

Sueños de avance, de un mundo mejor,
del encuentro de un amor,
sin pedir mucho más.

Horizonte gris, nubes que tapan el monte,
lejos de la gran ciudad, donde aún las vías
llevan algo que recuerdos.

Debajo de las tejas de la estación se forjaron amores,
se revolearon pañuelos de despedidas y regresos,
de anhelos y frustraciones,
de alegrías y sinsabores.

El pito del guarda, el humo del vapor,
o la frenada de la locomotora,
son caricias que el tiempo llevó a otro lugar.

Hoy sólo es una postal fantasma,
de dos líneas de hierro paralelas,
que nunca se tocarán.
Se mirarán de reojo, con recelo y
compasión mutua.

Tal vez algún niño las utilizará como trapecio natural,
como inicio de su aventura,
de la búsqueda del tesoro,
o compañero de ruta, nada más.

Neblina, puros nubarrones
ante la falta de sol,
son buenos compañeros para decir adiós,
un hasta pronto,
un volveré a ser el que fui.

Y allá se van los coches que las pasan
sin remordimientos,
ausentes de detenciones,
dejándolas en plena noche,
con su soledad.