jueves, febrero 26, 2009

Brisa

Algo ya no era lo mismo.
Despertó más tarde de lo usual y se sentía diferente, sin poder explicar cómo, pero sí diferente.
El día era primaveral, como los anteriores, con una brisa más quizás, pero nada que no se soportara.
Se desperezó buscando una compañía que ya no estaba físicamente, pero sí en sus pensamientos más allá del borde de la cama.
Un aire distinto lo envolvía, lo tenía atrapado. Êl se dejaba llevar.
Paró en él. Se afeitó, pero no se bañó. No lo necesitaba.
Se preparó un cortado, como siempre, y observó la calle, sin abrir la ventana, para no perder el silencio de su casa.
La paz del hogar, o algo así.
Tenía la sensación de ya haber protagonizado esta película, en la que él terminaba perdiendo, o tal vez no.
Buscó algo que no encontró y supo por fin que la libertad era su bien más preciado.
Desde hacía un año no podía sentirse así y ahora era esa sensación la que estaba experimentando.
Ella le dijo algo así, pero no quiso creerle. Como siempre, el tiempo pone todo en su lugar. A ellos también. En una vereda y en otra. Lejos de aquellos días en los que la palabra de uno era la del otro y viceversa.
Se dio cuenta que el día era más largo que la noche y que es difícil pensar con claridad cuando todo parece gris.
No lo pensó más e iba a reescribir su historia. Quizás algo cambiaría o tal vez no.
Algo o alguien le tenía una mano, le regalaba una sonrisa y él estaba dispuesto a aceptarla y acompañar esa propuesta.
Dio dos vueltas a la llave. Respiró hondo. Se dejó acariciar por el sol y salió como siempre con el pie derecho.
Para empezar no estaba nada mal.

miércoles, febrero 18, 2009

Piel


Necesitaba eso, tocar su mano y sentir su piel para poder entender que todo aquello que hablaron, se dijeron y se confirmaron era así, real y firme.
Tal vez sin la misma pigmentación, el paso del tiempo, la huella el sol y hasta el ADN y sus raíces.
Sin embargo, era algo más que una sensación y una cuestión de piel. Era saber qué varios puntos en común tenían ambos, como si fueran dos, pero unidos por algún elemento no descifrado, y así se entendieron.
En este tiempo conversaron de miles de cosas, de las profundas, de las banales y de las soeces, teniendo una sonrisa a mano y una complicidad a flor de piel y por eso sabían que las situaciones que armaban eras por demás atractivas y buscaban afianzalas. Como ahora, cuando él le toma la mano, la mira a los ojos y antes de decirle algo le da una risa "giocondesa" para agradecerle su presencia, su palabra y su piel. La misma que él sintió en algún sueño y hoy era realidad.