
Te conocí una noche especial, con música que mucho no entendí. Vos eras una estrella de rock. Lo demás se fue dando solo.
La complicidad, las charlas algo abstractas por momentos y los grandes temas de la humanidad.
Tus cargadas, las risas y las caras largas, pero nunca entre nosotros, aunque luego comprendí que no podía ser todo siempre risas, chanzas y jolgorio.
Tocaste la guitarra, te acompañé en los bongó.
Tomaste el pincel y ayudaste en esa maltrecha pared.
Hasta el hacer agujeritos era un momento único e irrepetible.
Por momentos tenés la mirada triste, pero también la palabra justa. En otros el brillo se apodera de todo tu ser.
Me enseñaste a medir el tiempo, a calmar ansiedades y a saber que a veces no todo depende de nosotros.
Deberías escucharte y comprenderías lo maravilloso que es tu pensamiento en ese instante y que loco parece todo también, ya que a veces nos sentimos ahogados, sin fuerzas, y no nos damos la opción de mirar por encima de la pared que la vida nos pone en el horizonte.
El sol es tu guía. Vos podés y me lo demostraste con tus ganas, con saber superar adversidades y apostar en positivo, pese a que en ocasiones nos agobie el presente.
¿Te acordás la rosa que te regalé para tu cumple? Sigue floreciendo en cada sonrisa tuya. Sabelo.
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