viernes, agosto 11, 2006

Tardes


Era un tiempo de camas con resorte, películas de héroes y deseos de ser valiente. Buscaba llamar la atención por logros efímeros y aventuras de corto vuelo. Escondidas en un barrio prestado, con música en otro idioma, con los ojos de ella iluminando el camino. En un autito de colección me animaba a proezas impensadas, pidiendo a otros el coraje o la valentía a quien sabe quien. Las tardes tenían siestas que siempre esquivaba para poder verla en la vereda a la hora de la merienda. Activa, locuaz, blonda. Todo cabía en esa pequeña estatura que mis ojos de niño llevaban a un podio imaginario. Aún en algunas veredas lisas me parece verla saltando a la soga o jugando a la rayuela. Si veo una chica con vincha de colegio pienso que es ella mandándome un mensaje desde el recuerdo. Esperaba los bailes de los viernes, generalmente asaltos, en el garage de la casa de ella. Nosotros con las gaseosas, ellas con los sandwiches. Ritmo loco, para mis piernas flacas, que encontraban paz a la hora de los "lentos", cuando mis manos recorrían timidamente su cintura, sin tener otra intención que acompañarla.No sabría explicar los porqué del recuerdo del guardapolvo blanco doblando la esquina y el cosquilleo interno que su imagen producía en mí. La busqué durante un tiempo, tocando timbres imaginarios, saltando tapiales sin perros y tratando de correrla por los toboganes. Se fueron yendo esos días de juegos y bailes. Las obligaciones, los horarios y las premuras me colocaron en otro lugar, lejos de ella o quizás más cerca que nunca.

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