martes, diciembre 04, 2007

Perfume


Olió el aroma de su perfume en el living vacío.
Se dejó llevar por la fragancia y al mismo tiempo se le vino a la mente un campo de flores silvestres, un día de sol de cualquier primavera.
Algo había en el ambiente.
Él lo registró, lo incorporó y se sintió a gusto.
Gozándolo, demenuzando cada momento y recordando a la vez todo lo que habían conversado, que tuvo varias aristas y miradas cómplices, casi de códigos no preestablecidos.
Muchas horas después seguía sintiendo el olor de su perfume, pero ahora acompañado de una sonrisa del juego que hacía su mano derecha con su pelo.
Descubrió facciones, trazos, vías en su rostro que habían pasado casi desapercibidas.
Un té fue el compañero ideal para la charla, mientras de fondo Ismael traía la esperanza, esa que ambos -por diferentes o similares caminos- buscaban, anhelaban.
La madrugada se fue escurriendo y ellos no se dieron cuenta. Estaban a gusto.
Preferían ese espacio de intimidad en medio de la noche, que cualquier otra cosa.
Las reflexiones fueron abriendo paso a las maneras que tenía cada uno para mostrarse al otro.
Hablaban como si se conocieran de toda la vida y apenas tenían algunos encuentros compartidos.
"Hablé mucho. Vos tenés el suero de la verdad que me hace ser así", le dijo ella y puso una mirada tan tierna que él vio reflejada una luna sobre el lago, en un bosque de quien sabe dónde.
Lo cierto era que la garganta de él estaba crujiente y sin demasiado margen para hacer de interlocutor, pero además le gustaba escucharla, porque de esa manera también la iba conociendo y recorría sus palabras como quien se interna por senderos sinuosos, excitantes y llenos de sorpresas.
"¿Qué estaría pasando?", se preguntó él. "¿Qué es esto?", pensó ella.
Interrogantes que la vida, como siempre, les ponía frente a frente, tal vez para que se dieran cuenta que el tren tiene un largo recorrido con diferentes paradas, que cada uno elige para subir o bajar, llegada la ocasión.
El taxi la alejó de allí y ella dejó un beso que el retribuyó con algo de timidez y mucho de actitud.
Sabían que no sería el último y en todo caso, si lo hubiera sido, ¿qué importaría?, fue mágico e irrepetible.
Él abrió nuevamente la puerta. Respiró profundo y el perfume de ella le recordó que siempre hay una nueva oportunidad, Otra esperanza a la que aferrarse, y por fin volvió a reír.

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