sábado, septiembre 23, 2006

Camino


Estaba con ganas de saltar al vacío. Dar una vuelta de página con todas las letras, pero con el horizonte infinito como mudo compañero del destino.
Siempre pecó de dejadez, de autoconvencimiento. Pero ahora la decisión estaba tomada, se hizo mella en su alma.
No tenía muy en claro qué rumbo iba a tomar o si era el adecuado.
Extendió las velas de su alma y dejó que el viento decidiera por él.
No buscaba recuperar el tiempo perdido, porque nunca tuvo tiempo.
Quería ser el muchacho de la película, justo él que era corto de todo.
Trató de buscar el origen de este repentino y grato viaje en su modo de pensar.
Reflexionó, se autoanalizó y hasta se convenció.
En todos los casos llegó al mismo lugar.
Era su sonrisa, su mirada, su caricia. Obvio, no los de él, sino todo lo de ella.
Tenía un aire diferente, placentero. Era la brisa de verano, esa que con el solo pasar saciaba toda necesidad. La bocanada de aire. Sus renovadas ganas de vivir.
Tomaba mil formas cuando estaba con ella.
Se envalentonaba. Quería y era capaz de conseguir lo inalcanzable. Una estrella, un pedazo de nube, detener todas las guerras con una sola palabra.
Graficaba con una mirada al aire su manera de pensar. Buscaba más allá de su conciencia y razón para saber si había tenido otro momento similar tiempo atrás y sólo podía tocar la nada.
Se transportó a un camino en cualquier bosque perdido, sacado de algún cuadro, de una poesía nacida de una desesperanza y en ese instante agradeció poder tener esas sensaciones y los pies sobre la tierra y su mano cerca, para tomarla y caminar juntos.

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