miércoles, abril 13, 2016

Besos


Bajo la llovizna vio como se daban un beso intenso, apasionado, desprejuiciado, lejos de todos, pero cerca de ellos mismos.
Nada importaba. Ni el mal tiempo, ni las carencias de la vida, ni siquiera los dos perros que aguardaban al lado del carro que protegía sus sueños, sus anhelos o sus miserias.
Se dieron un beso como si el mundo fuera a terminar en el minuto siguiente y sus voluntades se hubieran cumplido tal cual como querían.
No lo midieron, tampoco lo ocultaron, y por supuesto, lo extendieron todo el tiempo que sus labios y sus deseos lo quisieron.
Le causó ternura la escena que veía desde el colectivo, y hasta podría decirse, que también emoción.
Para dar un beso no hace falta más que la sencillez del acto, y el deseo mutuo, porque de eso se trata el goce y el placer.
Recordó también los besos que dio, que le dieron. Que pidió, que le pidieron, que negó y que le negaron, y entendió su vida resumida en esos instantes.
Se bajó y la lluvia seguía persistiendo, mientras una guitarra le cantaba al oído.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los besos que no se ocultan, que no se miden y aquellos que salen del corazón y se sellan en el alma son los que persisten bajo la lluvia y perduran en el recuerdo más dulce que anidan en el corazón