domingo, noviembre 18, 2007

Dulce

Se entregó en parte cuando vio que la boca de ella se abría y le dio su dulzura a borbotones, sin medir, pero midiéndose.
La abrazó, se dejó abrazar y compartieron el infinito que habían construido en segundos.
Sin tiempos, sin relojes, ni teléfonos celulares, a los cuales por otra parte, no le daban importancia.
Unas copas de cerveza, una vela, la luz de la calle y la sensación de estar bien en medio de esa isla que por momentos colonizaron, sin necesidad de matar a nadie, ni obligaciones que comprometan el día siguiente, o el otro o el que vendrá. Si es que habrá uno igual o parecido.
Una exhalación, un suspiro conjunto, los brazos cansados, el sudor recorriendo las espaldas de ambos, y la cama corrida centímetros de su eje, como la tierra en medio de un eclipse.
Se sintieron a gusto. Se confesaron presentes y pasados. Rieron, lloraron y compartieron el silencio y la luz de una vela que se derritió por el tiempo.
El último beso fue el prólogo de una sonrisa cómplice y un dormir juntos. Pegados. Hasta la próxima mirada.

No hay comentarios.: