miércoles, mayo 16, 2007

Vías

Una vía muerta deseosa de ser transitada,
y el sauce llorón que la contempla
como si tratara de consolarla.

El cóndor le trae fotos del exterior,
de un mundo que alguna vez tuvo,
que extraña,
y que sabe que no volverá.

Pasó de la vida a la inoperancia,
con su pasado detrás,
poco futuro por delante,
y los yuyos que la cubren,
como la tierra cae sobre los muertos.

Traía y llevaba prosperidad
a ese paraje perdido en las sierras,
que se forjó a su alrededor,
con el paso del tiempo y el
devenir de las estaciones.

Sueños de avance, de un mundo mejor,
del encuentro de un amor,
sin pedir mucho más.

Horizonte gris, nubes que tapan el monte,
lejos de la gran ciudad, donde aún las vías
llevan algo que recuerdos.

Debajo de las tejas de la estación se forjaron amores,
se revolearon pañuelos de despedidas y regresos,
de anhelos y frustraciones,
de alegrías y sinsabores.

El pito del guarda, el humo del vapor,
o la frenada de la locomotora,
son caricias que el tiempo llevó a otro lugar.

Hoy sólo es una postal fantasma,
de dos líneas de hierro paralelas,
que nunca se tocarán.
Se mirarán de reojo, con recelo y
compasión mutua.

Tal vez algún niño las utilizará como trapecio natural,
como inicio de su aventura,
de la búsqueda del tesoro,
o compañero de ruta, nada más.

Neblina, puros nubarrones
ante la falta de sol,
son buenos compañeros para decir adiós,
un hasta pronto,
un volveré a ser el que fui.

Y allá se van los coches que las pasan
sin remordimientos,
ausentes de detenciones,
dejándolas en plena noche,
con su soledad.




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