lunes, marzo 23, 2009
Gaviota
Hundió su huella en la arena una vez más, como tantas veces. Le servía de relax, de escape para reencontrarse, sentirse viva, plena y renovada.
Muchas tardes se pasó viendo cómo las olas modificaban el paisaje y el sol acompañaba esa transformación. Soñaba. Se dejaba transportar.
Nada, o casi nada, la retenía. Quizás algún recuerdo de juventud, una pícara mirada tras los lentes, una complicidad latente.
Había desandado mucho camino de ida y vuelta, hacia arriba y cuesta abajo. Siempre ella imponía el ritmo. Frenético, y por momentos difícil de seguir.
Ahora veía cómo la gaviota agitaba sus alas de forma incesante y se compadecía de su vuelo sin escalas.
Ella no quería escuchar mucho más. Lo que tenía que decir lo había dicho: "Las cartas están echadas", argumentó.
Si bien la vida no es un juego de naipes, se le parece bastante. Alguien gana y alguien pierde.
En eso estaba. Hundida en sus pensamientos en esa playa que tantas veces le sirvió de refugio -aunque hubiera millones de personas- cuando él le hizo sombra con su silueta.
Le tendió la mano, como invitándola a un lugar que ambos conocían, y se dejó llevar.
Sus huellas no estaban solas, habían recuperado el par que faltaba. El sol se ocultaba y les guiñaba un ojo hasta un nuevo día. Siempre sucede algo.
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1 comentario:
Las tardes en la playa son lo mejor para pensar... pero que una figura te haga sombra es más placentero.
Que suceda lo que deba suceder, creo que ellos dos se lo merecen
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